
Con 25 años de matrimonio, tres maravillosos hijos y sueños por cumplir, mi ruptura amorosa marcó un antes y un después en mi vida. Atravesé momentos de confusión, pérdida de control y emociones profundas como impotencia, tristeza, miedo y ansiedad ante la incertidumbre.
Sin embargo, ese dolor se convirtió en mi mayor maestro. Aprendí a amarme incondicionalmente, a soltar la necesidad de aprobación externa y a sanar las heridas emocionales que había cargado por tanto tiempo.
Hoy puedo decirte con certeza: es posible transformar el dolor en crecimiento y renacer desde el amor propio.
Commenti